Lecturas: 1ª lectura: Oseas
10, 1-3. 7-8. 12
Evangelio: Mt 10, 1-7
Estimados hermanos y hermanas,
Durante
su vida terrena, Jesús siempre se preocupó de hacer el bien. La salud, el
bienestar humano y espiritual del ser humano eran su mayor preocupación.
Además, Jesús quería compartir esta preocupación con sus discípulos después de
haberlos formado para este proyecto.
A
menudo pensamos en el poder como opresión o dominación. Es feliz ver cómo Jesús
es capaz de compartir su poder con sus discípulos sin ningún complejo. En este
día tan especial, convoco a doce de los que le seguían de cerca y los envío por
donde El mismo debería ir para llevar su mensaje de amor y salvación a todos
los hombres; les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier
enfermedad y dolencia.
Hoy
Cristo nos sigue convocando para que vayamos y demos testimonio de su obra de
salvación. Pero necesita de nuestra disponibilidad y docilidad para poder
responder a esta convocatoria como lo hicieron discípulos. No es una invitación
de grupo, sino individual, con nombres específicos: Pedro, Juan, Mateo. Solo
que hoy son nuestros nombres los que se escuchan.
La
razón de ser de la Iglesia es ante todo la proclamación de la Buena nueva y
este mandato evangelizador se extiende a todos los bautizados. No pensemos que
es una tarea exclusiva para los sacerdotes y las monjas. Todos los bautizados
estamos llamados anunciar la buena nueva del resucitado a las personas que
viven junto a nosotros, tanto en la familia como en nuestro círculo social. Y
esto no solamente con palabras sino a través de nuestra manera diaria de vivir nuestra
fe cristiana.
El
evangelio tiene un poder liberador y transformador. El evangelio nos libera,
nos ilumina, nos guía, nos salva personalmente.
Por eso, estamos llamados a anunciarlo a nuestros hermanos como clave de
solidaridad fraternal. No olvidemos que hoy son muchos los hombres y mujeres
que quieren ser liberados de sus penas, angustias, soledades y miserias de
todos tipos.
Roguemos
al Señor que nos dé por medio de su Espíritu, la capacidad de amar por donde
vamos, de anunciar con nuestros actos, con nuestro ejemplo de vida cristiana su
reino. Que nos dé también la orientación para que sigamos su camino para poder
seguir adelante sin desviarnos por donde Él quiere que vayamos.
Sébastien Bangandu, a.a.
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