Lecturas: 1ª lectura: Hech 7, 51-8, 1
Evangelio: Jn 6, 30-35
Hermanos y hermanas,
Dudar de una persona, exigir signos,
evidencias, pruebas, para poder creerlo, ha sido considerado a veces por varias
personas como algo negativo. En cierto punto de vista, tienen razón ya que no
se puede dudar de todo. Pero por otra parte, esta actitud está considerada
también como una prueba de madurez, nos aprende la inteligencia de la fe. Una
fe adulta, responsable y personalizada, capaz de interrogar, capaz de dudar,
capaz de poner a prueba.
Pero en el evangelio de este día, es claro que la
gente que busca los signos de parte de Jesús da prueba de una falta de fe, ya
que Jesús acaba de hacer varios milagros delante de ellos, pero permanecen
incrédulos. Los milagros de Jesús no les dicen nada de su persona. Su único
interés se encuentra en el pan material que es una comida ordinaria.
En efecto, en el evangelio de hoy, Cristo no
quiere que lo busquemos donde no está, es decir en cosas materiales, algo
pasajero. Ayer vimos que la gente le buscaba por haber comido pan. Y hoy vemos
que la gente elogia al maná que sus padres comieron en el desierto. Pero Jesús les
responde mostrándoles que el maná no es otra cosa que un pan terreno, una
comida corporal.
Es decir que nuestra fe nace de una persona, la
persona de Jesús, que es también comida y bebida: la eucaristía, donde
encontramos un conocimiento más profundo de Jesús. Por otra parte, este
conocimiento de Jesús se efectúa en su más inmediata cercanía, en su intimidad.
Recemos por el crecimiento de la fe en medio de nosotros, para que podamos ser
capaces de hacer una verdadera experiencia de la presencia de Jesús y de su
acción en nuestra vida diaria.
Sébastien
Bangandu, a.a.
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