lundi 29 février 2016

Lunes de la 3a semana de Cuaresma C: Ser profeta...




Lecturas: 1a lectura: 2 Re 5, 1-15
                Evangelio: Lc 4, 24-30

Queridos hermanos y hermanas
 
   Vivir fielmente el evangelio en la vida ordinaria es un verdadero desafío para cada uno de nosotros. Ya que no somos santos. A veces falta de coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos; entre lo que prometemos y lo que realizamos. El profeta no es una persona extraordinaria, que no tiene faltas. Son a menudo sus fragilidades, sus fallas, sus incoherencias inherentes a su humanidad y a su naturaleza de pecador que, a veces, desvían a la gente superficial, que se fija sólo en las apariencias exteriores. Esto finalmente engendra rechazo y desprecio por parte de los que lo escuchan y lo ven vivir.

Por el caso de Jesús, es la familiaridad que pone un obstáculo a la gente de su pueblo. Lo conocen demasiado sólo para acoger su mensaje. No pueden comprender que este chico al que vieron crecer y cuyo padre conocen bien, la madre, los familiares, tenga una tal sabiduría. Pero a través de todo esto, Dios quiere decirnos que puede utilizar a cualquier persona para proclamar su Buena Noticia. El profeta es una persona enviada por Dios. Y como enviado por Dios, habla en nombre del que lo envió. Lo que dice no viene de él, ya que no se pertenece. Es por esto que su vida, sin ser muy brillante, contiene ciertos números de características que ponen en evidencia la obra del espíritu de Dios que actúa en él.

Así, lo que caracteriza al profeta, más allá de su naturaleza pecadora, es que es una persona atenta a las personas y las cosas que pasan a su alrededor. Es también una persona capaz de descubrir las cosas que pueden afectar a la vida y a su abertura. El profeta es por otro lado, una persona quien vive en sintonía plena con la vida y con acontecimientos que la marcan. Es alguien atenta al diario, que sabe llamar la atención, prevenir peligro, educar en la prudencia, ser atento, adelantar los acontecimientos de la vida. Todo esto da fuerza y consistencia a sus palabras.

Todos los que lo escuchan y ponen en práctica sus recomendaciones pueden evitar peligros enormes en la vida. La presencia de los profetas en medio de nosotros es una llamada a la acogida de su mensaje. Y no olvidemos que por nuestro bautismo, todos recibimos este don de profecía. Oremos para que el Espíritu Santo reanime en nosotros este don de profecía y nos hace testigos de su presencia en medio del mundo. 

Sébastien Bangandu, a.a.

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