jeudi 1 décembre 2016

Jueves de la 1a semana de adviento C: Jesus nuestro único fundamento



Lecturas: 1ª lectura: Isaías 26,1-6
                Evangelio: Mateo 7,21.24-27

Queridos hermanos y hermanas,

Tener una ciudad fuerte, invencible para el enemigo, era una de las condiciones más importantes en la antigüedad para sentirse protegidos y seguros. Sus murallas y torreones, sus puertas bien guardadas, eran garantía de paz y de seguridad.

Esta creencia antigua todavía existe hoy en muchos de nosotros y muchos países. Pensamos que estar protegidos y seguros es tener un país bien defendido y bien protegido, es amontonar riquezas, tener todas las formas de seguridades posibles. Pero la experiencia de nuestra vida cotidiana a veces nos demuestra lo contrario.

Podemos tener muchas riquezas sin gozar de eso verdaderamente, podemos creernos en seguridad pero vivir en el miedo; y nos vemos atacados sin poder defendernos. Podemos tener todos los medios necesarios para defender la vida, pero la muerte siempre se queda con la última palabra. Y los ejemplos son numerosos que demuestren que nuestra seguridad es sólo una apariencia.

El evangelio de hoy Jesús nos habla de las contradicciones que siguen actuales hasta hoy en día: Las personas que hablan continuamente de Dios, pero se olvidan de hacer su voluntad, entre ellas nosotros mismos; también de las personas que viven en la ilusión de estar trabajando por el Señor, pero que no lo conocen.

Por medio de estas dos contradicciones, Jesús quiere denunciar y, al mismo tiempo, tratar de corregir la separación entre fe y vida, entre hablar y hacer, entre enseñar y practicar. Para Jesús, hacer la voluntad de Dios nos es otra cosa que escuchar su Palabra y ponerla en práctica. En efecto, escuchar implica, de una manera o de otra, actuar; es decir, hacer realidad lo que oímos con nuestros oídos, y tuvo eco en nosotros.

En efecto, la Palabra de Dios no es algo vacío, tiene efecto, edifica, solidifica, fortalezca nuestra vida. Por eso Jesús dice que una persona que escucha la Palabra y la pone en práctica parece a un hombre que edifica su casa sobre la roca. Jesús es alguien que da sentido a nuestra vida, que la fortalezca. 

Si en la construcción de nuestra propia personalidad o de la comunidad nos fiamos de nuestra propia fuerza, de nuestro propio orgullo, nos exponemos a la ruina. Eso sería construir sobre arena. La casa puede parecer de momento hermosa y bien construida, pero es puro cartón, que al menor viento se hunde.

El único fundamento que no falla y da solidez a lo que intentamos construir es Dios. Seremos buenos seguidores de Jesús si en la programación de nuestras actividades diarias volvemos continuamente nuestra mirada hacia él que es dador de vida.

Sébastien Bangandu, a.a.

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