Lecturas: Hech 8, 26-40
Evangelio: Jn 6, 44-51
Queridos hermanos y hermanas,
Hay un dicho muy famoso que
dice: “El que busca, encuentra”. Esto significa que no sólo se trata de quedar allí,
inactivo, pensando que lo que queremos, como por arte de magia, va a aparecer
frente a nosotros. Es cierto que imaginar o reflexionar sobre lo que deseamos,
juega un papel muy importante en el proceso de alcanzar nuestras metas. Sin
embargo, también se requieren algunos esfuerzos, algunas acciones de nuestra
parte. Debemos salir a buscar lo que queremos que se materialice en nuestra
vida.
Buscar es probar de una y otra
manera, hasta que por fin se nos da lo que estamos buscando. Algunas
veces, sucede que lo encontramos rápido, en otras ocasiones se toma un poco de
tiempo. Pero si persistimos y no nos damos por vencidos, tarde o temprano
encontraremos lo que buscamos. Es lo mismo en nuestra vida de la fe. La palabra de
hoy nos invita a saber buscar a Dios. Jesús, verdadero pan que bajo del cielo
para darnos vida y felicidad eterna.
Pero descubrir que Jesús es el
pan verdadero que nos da la vida eterna no es algo fácil, ya que nuestra
naturaleza humana nos atrae siempre hacia el pan terrestre, hacia las cosas
materiales y pasajeras. Es decir que, por una parte, necesitamos la gracia del
Espíritu del Padre. Porque como lo dice Jesús, nadie puede ir a él, si no lo atrae
el Padre que le ha enviado.
Por otra parte, sabemos que hay
muchos que quieren conocer a Jesús, pero faltan unos testigos capaces de conducirlos
a Jesús. La experiencia de Felipe en la primera lectura es una verdadera ilustración
de esta realidad. En efecto, el ministro de la reina de Etiopía sentía una gran
necesidad de comprender la palabra pero no encontraba a alguien capaz de
ayudarle. Su encuentro con Felipe cambió todo. Gracias a la catequesis de Felipe,
alcanzó comprender mejor la palabra hasta hacerse bautizar.
Es decir que necesitamos
“ponernos en camino”, aunque esto implique atravesar algunos desiertos. Sólo
“en el camino”, sólo en la búsqueda suceden los encuentros que cambian nuestra vida. Sólo saliendo de nosotros mismos, de nuestra soledad, de nuestro encerramiento, podremos llegar a vivir un encuentro transformante. Y como Felipe lo hizo, necesitamos
dejarnos invitar a compartir nuestra experiencia acerca de Jesús, para ayudar a
los que no lo conocen. Que Dios nos llene de sabiduría y fortaleza para
llevar su Palabra a cada oveja que la necesite.
Sébastien
Bangandu, a.a.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire