Lecturas: 1a lectura: Núm 21, 4-9
Evangelio: Jn 8, 21-30
Queridos hermanos y hermanas,
Las lecturas de este día nos llaman al conocimiento de
Jesús. En efecto, para conocer a una persona, es necesario estar en contacto
con ella, de comunicarse con ella y de desarrollar una relación de proximidad
con ella. Es también desarrollar una familiaridad con ella, para conocerle
profundamente, su vida, su modo de actuar, lo que le gusta, lo que le disgusta,
lo que la mueve, etc.
Así, para los cristianos que somos, el conocimiento de
Jesús es algo muy importante para nuestro crecimiento espiritual. Reconocer su
identidad es fundamental para poder saber a quién seguimos. San Pablo nos dejó
un testimonio maravilloso sobre esta realidad cuando dijo: «Lo he perdido todo
a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su
resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en
su muerte. Así esperó alcanzar la resurrección de entre los muertos.»
La gran dificultad de muchos bautizados en la fe
cristiana hoy es que desconocen la identidad de Jesús, como fue el caso de los
Judíos. Su actitud de rechazo frente a la persona de Jesús constituía un
obstáculo para amarle y acoger su palabra. No logramos un pleno conocimiento de
Él si seguimos indiferentes ante su persona, ante su mensaje, ante sus
exigencias.
Pero este Jesús al que debemos conocer y amar, no es
un hombre extraordinario. Es alguien
quien compartió nuestra condición humana, que sufrió y que murió sobre la cruz.
De hecho, ser cristiano es, ante todo, seguir a una persona, una persona
elevada, en la Cruz, una persona que se anonadó a sí misma para salvarnos. Y
así como en el desierto fue elevada la serpiente de bronce, así ha sido
elevado Dios, hecho hombre. No se comprende el cristianismo sin entender esta
humillación profunda del Hijo de Dios, que se humilló a sí mismo haciéndose
siervo hasta la muerte y muerte de Cruz, para salvarnos.
Pidamos la intercesión de la Virgen María. Ella nos
enseña el gozo del encuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarla al
pie de la cruz, el entusiasmo del corazón con el que hemos de seguirle en este
tiempo de cuaresma y durante toda nuestra vida.
Sébastien Bangandu, a.a.
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