Lecturas: 1a lectura: Lev 19, 1-2. 11-18
Evagelio: Mt 25, 31-46
Queridos hermanos y hermanas,
La cuaresma es un tiempo en el que estamos llamados a
dar prueba de humanidad hacia nuestros hermanos que sufren de diferentes
maneras. En otras palabras, la cuaresma es un momento propicio que el Señor nos
ofrece para reavivar nuestra fe y poner en práctica nuestro atrevimiento de
caridad. No olvidemos que naciendo, Jesús se identificó con aquellos que viven
en la periféria del normal de la vida humana. Es lo que pone en evidencia el
evangelio de hoy.
En efecto, los pobres, los enfermos, los indigentes,
los extranjeros, los mendigos son unas personas que, en el mundo, nos revelan
la cara de Cristo. Es por eso que el criterio del último juicio es el amor; ya
que cuando vendrá a Jesús, no nos preguntará en respecto al nombre de veces que
ayunamos, pero su preocupación será saber lo que pusimos como acto de caridad
con respecto a las personas que solicitan nuestra generosidad.
Finalmente, el tiempo cuaresmal es un tiempo para
alejarnos del egoísmo, de la indiferencia; la caridad nos empuja a superar el
sentimiento de extrañeza en el encuentro con los demás y también nos ayuda a
volver al camino recto, que siempre es un camino de amor concreto, que se
materializa en gestos y acciones.
Por otro lado, el amor verdadero, de hecho, no es
solamente un acto exterior sino aceptar a quien tiene necesidad de nuestro tiempo, de nuestra
amistad, de nuestra ayuda. Nunca lo olvidemos. No se puede amar a Dios a quien
no vemos si no amamos a nuestros hermanos a quienes sí vemos.
Sébastien Bangandu, a.a.
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