Lecturas: 1a lectura: Hech 5, 34-42
Evangelio: Jn 6, 1-15
Estimados hermanos y hermanas,
Aunque
Cristo decía que el hombre no vive solamente del pan sino también de toda Palabra
que sale de la boca de Dios, sabía tomar en cuenta ambas realidades de la vida
humana: la corporal y la espiritual. Y sabemos que todo ser viviente necesita alimentarse para
poder mantenerse sano y vivo. Es lo que pone en evidencia el Evangelio de hoy.
En efecto, después de haber enseñado a la muchedumbre venida para escucharlo,
Jesús comprueba que la gente tiene hambre y que hay que subvenir a su
necesidad. Y así como quería siempre hacer participar a sus discípulos en lo
que hacía, interroga a Felipe: ¿cómo compraremos pan para que coma esta
muchedumbre de gente?
Esta
cuestión de Jesús, aparentemente fácil, solicita una respuesta de confianza y de fe de parte de sus discípulos.
En efecto, Jesús quiere darse cuenta del nivel de fe de sus discípulos frente a
una situación difícil. Ya que sabía lo que debería hacer. Pero la respuesta que
da Felipe es sorprendente y triste. Dice: Ni doscientos denarios de pan
bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan.
Esta respuesta es sin
duda una prueba de falta de fe. Luego, a su vuelta Andrés toma la palabra. Él
también quiere reaccionar a la cuestión de Jesús. Dice: Aquí hay un muchacho
que trae cinco panes de cebada y dos pescados. ¿Pero que es eso para tanta
gente? Respondiendo así, Andrés también quiere decirle a Jesús que es
imposible. A él también le falta la fe.
En
efecto, a partir de sus respuestas, podemos comprobar que los discípulos no
tienen fe, a pesar de que fueron testigos de varios milagros que Jesús operaba
delante de ellos. Esto a menudo nos llega en nuestra vida, cuando estamos
frente a dificultades.
Muchas veces, la amplitud de problemas o dificultades
que experimentamos nos impide ver la grandeza de Dios, su poder y su capacidad
de cambiar situaciones difíciles en oportunidades. Así olvidamos que Dios es
más grande, más poderoso que todos nuestros problemas. Y su palabra nos dice
que nada es imposible para el que cree.
Desde
la resurrección de Jesús, asistimos a una actitud de falta de fe de parte de sus
discípulos, que de todas maneras habían vivido tres años con él, no lograron
reconocerlo fácilmente. El tiempo pascual que vivimos es una invitación a la
fe. Es decir que la condición para descubrir el rostro nuevo del resucitado, es
la fe.
Pidamos a Cristo el don de la fe, para que podamos ser capaces de creer
que Dios siempre actúa sea lo que sea la gravitad del problema que se nos
presenta.
Sébastien Bangandu, a.a.
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